miércoles, 1 de junio de 2011

Merced

Siempre es tarde cuando se trata de esperarte. Pena me da... créeme, que tengas ese inexplicable embrujo, haciendo que confié cada vez menos en ti. Ya no hay días felices cuando apareces tu y siento que mi vida tiembla, que pende de un hilo cuando me hablas, cuando me apoyas, pero eso sólo hasta que caigo de mi sueño subconsciente, despierto de mi sueño adolescente, y nuevamente estás ausente en el momento que me doy cuenta que tus palabras eran sólo apariencia.

Me sentía perdida, ilusionada, tal vez. Veía pasar los meses, aún como una cobarde, pensando ingenuamente que algo dentro de ti podría cambiar. Pero otra vez me encuentro debajo de tu hechizo, donde todo es nuevo, donde cada palabra estaba llena de convicción... las mismas que después de indagar en los escombros de mis recuerdos, me vencen, teniéndome otra vez bajo tu merced.

Y aunque tuviste el poder para enseñarme a tener esos breves momentos de lucidez, por dentro sollozaba y reclamaba el cumplimiento de la ilusión, mientras me encontraba distraída y cegada por la melancolía, volvía a ti, esperando esos días felices que aún no llegaban a mí, siempre constante y paciente. Por dentro sabía que ese nexo poco a poco se desvanecía, terminaría tarde o temprano desapareciendo, como hoy. Tal vez quedan secuelas, pero nunca (aunque duela) te dejaré solo, a pesar de esas huellas incrustadas en mí.

No hay comentarios: