Que difícil pensar que ansié vivir un sueño, del que tengo que vivir para darme cuenta, la falta que me hace tener de esos encuentros tan perfectos con mi inconsciente. A veces pienso porque la vida tiene que ser tan perra con nosotros, y estos momentos responden completamente mi pregunta, y a mi parecer, con mucho más sentido de lo que espero siempre. Si la vida fuera perfecta, imposible valorar lo que ésta te da. Es la satisfacción de lograr algo que me rondaba, que quería - a como dé lugar- concretarlo, y al hacerlo la sensación es simplemente única. Victoria.
Al final, el destino me hace llegar, y cuando te miro a los ojos, todo lo que tuve que pasar para llegar a esa milésima de segundo de conexión, tiene sentido y ahora sé...valió la pena el tener que convivir a diario con todas esas rabias, penas, alegrías, ansias y muchas cosas más sólo por estar junto a ti y compartir ese poquito pero abrumador sentimiento que se abre camino a pasitos de caracol.
¿Lo ves? Ya ni siquiera sé si sentir o pensar, lo único concreto y seguro es esto. La curiosidad de qué nos depara el destino, azar o lo que sea que nos guíe, es lo que me mantiene en pie y dispuesta a intentar y dejarme llevar por lo que me rige: el corazón. Y si debo caerme, que así sea. Es imposible que siga teniéndole miedo a decepcionar, o al hecho de estar herida, si nunca me arriesgo, simplemente, es algo que nunca sabré.
Por eso, al volver de nuevo a la realidad, me esmero por seguir esta ligera intuición que me queda y que, justamente, era la señal que esperaba para tomar el vuelo y dar la iniciativa al bohemio y loco llamado que sentía desde mi mente, mientras sutilmente se apoderaba de mi corazón. Así, te tomé y te lleve a vagar, perdidos en los bosques de ilusión, esos que tanto soñé, sin querer perderme ni un solo segundo, al menos contigo. Y luego de ese gran viaje que emprendimos, con los ojos te pregunté si finalmente me ibas a acompañar en el camino que yo misma nos había creado.
Desperté.